Un día cualquiera en la tienda de una gasolinera de Clarksville, Tennessee (EE.UU.): clientes que llenan el depósito, padres que compran chocolatinas para que sus hijos no molesten durante el trayecto, chavales que sueñan con llevar algún dia a Daisy Mae al asiento de atrás de su desvencijado Chevy… y desalmados ladrones que se llevan las cervezas de los estantes.
Sí, la tranquila gasolinera fue objeto del robo de un “sexteto cervecil” por parte de alguien cuyo nombre desconocemos: una mala persona que, sin que le viera el muchacho que intenta pagarse sus estudios, se llevó lo que muchos pagamos.
Imaginad al maligno hombre, sentado en el asiento de su coche, abriendo una de las latas, dispuesto a disfrutar tanto de un trago refrescante como de la idea de haber quebrantado la ley. Acto seguido se lleva a la boca el objeto robado…
… y lo escupe vilmente sobre el salpicadero. Alguna divinidad vengativa, algún hado del destino justiciero ha querido que esas cervezas estén más calientes que un adolescente que no se toca desde hace una semana situado junto a la escultural novia de su mejor amigo como espectador en primera fila de un concurso de gogós en una playa nudista en pleno mes de julio.
Así pues el criminal, que además de desafiar a la ley, desafía a los dioses, decide confiado por su propia astucia un plan diabólico para salirse con la suya de todas maneras.
Da la vuelta, conduce de nuevo hacia la gasolinera y entra en la tienda simulando ser un consumidor contrariado. Se pone a la altura del chaval encargado de la tienda antes citado, le mira a los ojos y le exige que le cambie las cervezas que ha comprado por unas que estén bien frías.
El villano saborea cada palabra escogida, sabe que su plan es infalible, que no hay manera de que falle, de que su intelecto volverá a triunfar.
“Muy bien, ahora mismo se las doy”, dice chaval… pero contra todo pronóstico, cuando el genial ladrón ya se ve con el botín en las manos, pregunta “¿tiene usted el ticket?”
“No puede ser” piensa el pérfido “no puede ser. Ha detectado el único punto débil, me he encontrado con un rival a mi altura”. Por una vez se siente débil, balbucea en pleno ataque de ansiedad y se marcha del establecimiento.
Una vez en el coche se da cuenta de su error, el de haber subestimado a un dependiente. Pero no hay nada de qué preocuparse: volverá… y su venganza será terrible.
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